PARROQUIA


 
Septiembre 09 del Año 2012

¿VIVIMOS INCOMUNICADOS?


Una véz le presentaron un sordomudo a Jesús. El lo aparto de la gente, le tocó sus sentidos enfermos y con una palabra le devolvió la salud, la esperanza y la alegría. Este enfermo es la imagen de la humanidad enferma de la soledad, de incomunicación, de sordera y mudez.

La soledad se ha convertido en una de las plagas más graves de nuestra sociedad. El contacto humano ha perdido calidez y cordialidad sincera. Esto debido a que hay muchos intereses, mucho egoismo, desconfianza y orgullo. Pensemos en la incomunicación de tantos esposos, hermanos y familias. Nunca habíamos dispuesto de tantos medios de comunicación, pero vivimos incomunicados y escuchándonos sólo a nosotros mismos, insensibles e indiferentes ante el dolor de los que sufren, ante los discriminados.

Cuando Jesús cura al sordomudo realiza un gesto que encierra todo lo que quiere aportar a la humanidad, esto es, abrir la vida de los hombres a su realidad más profunda que está expresada en su expresión "abrete".

No hay peor sordo que quien no quiere oír, ni peor mudo que quien no quiere hablar. Hay mucha sordera ante clamos de los pobres, mucha insensibilidad ante el dolor de los necesitados y demasiados silencios y discriminaciones deliberados a causa de intereses egoístas. Y recordemos que hablamos a nuestros hermanos no solamente con nuestra palabra, sino también con  nuestra vida, nuestro ejemplo y nuestra actitud.

Dejémonos sanar por el Señor para que Él cure nuestra sordera y mutismo. Ojalá sepamos usar nuestra palabra para bendecir, enseñar y animar y nuestro oído para escuchar la voz de Dios, la voz de la creación y el clamor de los que sufren. ¡Ojalá no huyamos de Dios y no nos refugiemos en nuestras madrigueras de cemento llenas de egoísmo, de soberbia y de cosas inútiles¡ J.M


Todos estaban asombrados y decian:
"Que bien lo hace todo! Hace oir a los sordos
y hablar a los mudos

¿COMO ES NUESTRO CULTO?

Los fariseos exageraban en el cumplimiento de las prácticas cultuales externas y ritos que ellos habían convertido en una carga para el pueblo. En su doctrina primaba la tradición humana y no la ley de Dios. Ellos critican a Jesús por permitir a sus discipulos comer con las manos impuras y no seguir las tradiciones. Jesús los censura y les dice que ellos honran a Dios con sus labios, pero no con su corazón. Ocultaron el verdadero rostro de Dios convirtiendo la ley en instrumento de opresión. Mantienen su corazón lejos de la conversión viviendo son compromiso y de forma doble. Un culto así es inútil. El problema no es lavarse o no las manos, sino que, siendo más  facil lavarse las manos que amar, haciendo lo primero se excusan de lo segundo.

Nuestro culto a Dios no debe ser puramente externo ni superficial. Hay que ser coherentes. La tentación del fariseísmo (decir una y hacer otra) es constante y casi nadie está dispueso a cambiar de actitud. La sola práctica exterior de la religión no puede agradar a Dios ni es suficiente para salvarnos. La religiosidad verdadera no consiste sólo en ir a misa, ni se reduce a no robar, a no matar o a no calumniar. A Dios no lo podemos honrar sólo con los labios, si está ausente el corazón. No podemos aparentar lo que no somos porque no seríamos leales. Lo que hace puro o impuro al hombre es lo que tiene en su corazón; son sus intenciones y proyectos lo que cuenta. Todo es bueno cuando sale de un corazón limpio y leal; pero puede malograrse cuando se contagia de odio, codicia, orgullo. A veces hacemos pasar por mandato de Dios lo que es solo nuestro interés. Hagamos una revisión de nuestras prácticas religiosas para verificar su validez y autenticidad. Es la autenticidad, la fé y el amor lo que confiere valor a cualquier práctica J.M


"Lo que mancha al hombre es lo que sale de dentro,
porque del corazón del hombre
salen las intenciones malas"

Catequisis Semanal

Fracción del pan

"El gesto de partir el pan, realizado por Cristo en la Última Cena dio su nombre en la época apostólica a toda la celebración eucarística; este rito significa que nosotros, siendo muchos, por la comunión del único pan de vida, que es Cristo, formamos un solo cuerpo" (cf. IGMR 83)
El gesto de la fracción del pan, que era el nombre que anteriormente se le daba a la Eucaristía (los primeros cristianos llamaban a la Eucaristía, la fracción del pan) y el que ese único pan sea repartido entre los hermanos, pondrá más claramente de manifiesto el valor y la importancia del signo de unidad de toda la comunidad en un solo pan y de la caridad fraterna (cf. IGMR 83). Es en ese momento de la fracción del pan cuando la asamblea debe acompañar con el canto o la recitación del Cordero de Dios. A veces sucede lo contrario: se entona el Cordero de Dios cuando se están dando la paz o, peor aún, se entona un canto de paz para ese momento.



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