EUCARISTIA


DOMINGO 11 DE NOVIEMBRE


Queridos hermanos, para profundizar en la reflexión del pasaje dominical, hay que tener presente las siguientes lecturas:

PRIMERA LECTURA: Lectura del primero libro de los reyes 17,10-16
En aquellos días, el profeta Elías tomó el camino de Sarepta, y al llegar a la entrada del pueblo encontró una viuda recogiendo leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme para beber un poco de agua en un jarro.” Mientras iba a buscarla, Elías le gritó: “Por favor, tráeme también un pedazo de pan.” Ella le respondió: “Te lo aseguro por la vida del Señor tu Dios: pan no tengo; y lo que me queda en casa es un puñado de harina y un poco de aceite. Estaba recogiendo un poco de leña para ir hacer pan para mí y para mi hijo. Comeremos y después nos moriremos.”
Elías le dijo: “No te angusties. Ve a preparar lo que has dicho, pero primero hazme a mí un panecito y traérmelo. Después lo harás para ti y para tu hijo. Porque así dice el Señor, el Dios de Israel: “En tu casa no faltarán la harina ni el aceite, hasta el día en que el Señor mande la lluvia a esta tierra.”
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías; y él, y la viuda con su hijo, tuvieron comida por varios días. Así, como lo había dicho el Señor por boca de Elías, no faltaron en la casa la harina ni el aceite.

SEGUNDA LECTURA: Lectura de la carta a los hebreos 9,24-28
Cristo no ha entrado a un santuario hecho por mano de hombre, copia del verdadero santuario, sino que ha entrado ya al propio cielo, para intervenir directamente ante Dios en favor nuestro. Y no se ha ofrecido en sacrificio varias veces, como cuando entra el sumo sacerdote judío cada año llevando al santuario la sangra de un animal, porque entonces tendría que hacer sufrido muchas muertes desde la creación del mundo. Es al final de los tiempos cuando ha tenido lugar la intervención de Cristo, para cancelar el pecado una vez por todas con el sacrificio de sí mismo. Los hombres tienen que morir una sola vez, y después someterse al juicio. Así también Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de una multitud; y cuando aparezca de nuevo, no será ya para ofrecerse por los pecados, sino para traer la salvación a los que esperan su venida.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 12,38-44
Enseñando en Jerusalén, decía Jesús a la multitud:
“! Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con traje de ceremonia y que les hagan reverencias en la calle; buscan el sitio de preferencia en las sinagogas y el lugar de honor en los banquetes. ¡Esa gente que devora los bienes de las viudas y solo por aparentar hace largas oraciones, recibirá un castigo más severo!”
Y sentado frente al lugar donde se echaban las limosnas para el tempo, observaba como la gente iba echando monedas. Había muchos ricos que daban grandes limosnas. En esas llego una viuda pobre y echo dos moneditas (o sea, ni el cincuentavo. De un jornal) entonces llamo Jesús a sus discípulos y les dijo:
“Yo les aseguro: esta viuda pobre ha dado para el tempo más que esos otros. Porque los demás dieron una parte de lo que les sobraba, pero ella en su pobreza dio todo lo que tenía, toda su fortuna.”
Después de estas lecturas interesantes, reflexionemos en:

Generosidad es dar todo lo que se tiene para vivir


El contraste entre las dos escenas no puede ser más representativo. En la primera, Jesús pone a la gente en la guardia frente a los escribas del templo; su religión es falsa: la utilizan para buscar su propia gloria y explotar a los más débiles. No hay que admirarlos ni seguir su ejemplo. Su comportamiento puede hacer mucho daño.

Jesús no soporta la vanidad y la ostentación; por eso nos previene ante sus actitudes: ellos buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar. La religión les sirve para alimentar su arrogancia. Hacen “largos rezos” para impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En el fondo, solo piensan en sí mismos, viven aprovechándose de las personas débiles a las que deberían servir.

En la segunda escena, Jesús está sentado frente al arca de las ofrendas. Muchos ricos van echando cantidades importantes, de pronto se acerca una mujer, es una viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente vive mendigando junto al Templo y echa dos moneditas. Por eso Jesús llama rápidamente a sus discípulos para que tomen nota de gesto de esta mujer, ya que la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el evangelio.

De esta mujer pueden aprender algo que nunca les enseñarán los escribas: una fe y una confianza total en Dios y una generosidad sin límites, no posee nada sólo un corazón grande. Si sabe dar todo lo que tiene, es porque “pasa necesidad” y puede comprender las necesidades de otros pobres a los que se ayuda desde el templo.

Ésta viuda, no anda buscando honores no prestigio alguno; actúa de manera callada y humilde. No piensa en explotar a nadie como los letrados, al contrario, da todo lo que tiene porque otros lo pueden necesitar. Según Jesús, ha dado más que nadie, pues no da lo que le sobra, sino “todo lo que tiene para vivir”, esta mujer se desprende de todo por los demás, confiando totalmente en Dios. Su gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad. No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio en ella un modelo para todos los cristianos. También hoy, muchas mujeres y hombres de fe sencilla y corazón generoso son lo mejor que tenemos en la iglesia. No escriben libros ni pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender todos los que nos hacemos llamar discípulos y misioneros. Porque no es rico el que tiene mucho sino el que da mucho. Estos son capaces de hacer lo que la mayoría hemos olvidado: dar algo más que las sobras. Estas personas sencillas, pero de corazón grande y generoso, saben amar sin reservas, ellas son las que hacen el mundo más humano, las que creen de verdad en Dios, las que mantienen vivo el Espíritu de Jesús en medio de actitudes religiosas falsas e interesadas. De estas personas hemos de aprender a seguir a Jesús, son las que más se le parecen.

“La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced  de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino”



DOMINGO 04 DE NOVIEMBRE


AMARAS AL SEÑOR, TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y A TU  PRÓJIMO COMO A TI MISMO

Un escriba se acerca a Jesús y le pregunta: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” ¿Qué es lo más importante para acertar en la vida?

Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana ha pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.

Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: “Amaras”. En esta experiencia, no hay intermediarios. No necesitamos que nadie nos lo diga desde afuera. Sabemos que lo importante es amar.
Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar “con todo el corazón, con todo el alma, con todo el ser”. Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.

Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al padre sin amar a sus hijos e hijas?

No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión. Pero, ¿Qué hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?













DOMINGO 28 DE OCTUBRE

DESCUBRAMOS NUESTRAS CEGUERAS
Para el ciego Bartimeo no existía la luz, ni la belleza del paisaje. Dependía de los demás y se orientaba por las voces, el ruido y su bastón. Cuando escuchó que Jesús pasaba, gritó: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”. Y en seguida el Señor, viendo su fe, lo curó y su vida cambió. Dejó el manto, se acercó a Jesús y luego lo siguió con decisión y mucha alegría.
Este ciego es símbolo del ser humano, necesitado de luz y orientación. Por la oposición entre las tinieblas y la luz, la ceguera y la visión son símbolo de la incredulidad, que es ceguera espiritual que mantiene a oscuras la vida del hombre, y de la fe, que es iluminación de la existencia gracias a la luz que es Cristo. La fe equivale a tener ojos nuevos para ver la vida, las circunstancias, los problemas y las personas desde Dios.
Como aquel ciego necesitamos creer para ver y armar para creer.  Muchas veces vemos las cosas sólo desde el orgullo, la codicia, los intereses y las pasiones y esto nos lleva a refugiarnos en el alcohol y en los placeres, a adorar ídolos que no nos convienen. Es necesario descubrir las cegueras que nos impiden ver las cosas como son; que nos insensibilizan, que nos deslumbran con sus falsas luces. A veces nos volvemos ciegos por la ira, por la codicia, por la pasión, por intereses egoístas.
Entre tantos caminos que el ciego podía tomar, escoge seguir a Jesús. Este caminar detrás de Él no limita nuestra autonomía, todo lo contrario, nos permite asumirla. “Señor, que yo pueda ver”, que sepa discernir, que sepa acoger el bien y rechazar el mal, que sepa ver desde mi conciencia recuperada e iluminada por la FE. .J.M


DOMINGO 21 DE OCTUBRE

VAYAN POR TODO EL MUNDO Y PREDIQUEN EL EVANGELIO

El mensaje que  Cristo resucitado confió a los Apóstoles se extendió por el mundo entero, como ellos hicieron, también nosotros como discípulos y misioneros, estamos llamados hoy  a tener un solo corazón y una sola alma, a profundizar en nuestra  comunión con el Señor y con los demás, a dar testimonio de Él ante el mundo.

Nuestra tarea es: Predicar el Evangelio a todos los hombres, suscitar la Fe, transmitir la Salvación mediante los Sacramentos superando nuestras diferencias, sembrando paz y reconciliación donde exista un conflicto, ofreciendo al mundo un mensaje de esperanza.

Estamos llamados a tender una mano a quien lo necesite, a compartir con generosidad nuestros bienes materiales con los más necesitados.
Estamos llamados a proclamar de manera incansable la muerte y la resurrección del Señor, hasta que Él vuelva.



DOMINGO 14 DE OCTUBRE 


<<Qué difícil va a ser que los que tienen la riqueza entren en el reino de Dios!>>


“¿QUÉ HACER PARA POSEER LA VIDA ETERNA?”


Un joven se acerca a Jesús corriendo. Al parecer, tiene prisa para resolver su problema:”¿Qué hacer para poseer la vida eterna?”.

Jesús lo pone ante la Ley de Moisés. Curiosamente, no le recuerda los diez mandamientos, sino solo los que prohíben actuar contra el prójimo. El joven es un hombre bueno, observante fiel de la ley: “Todo eso lo he cumplido”.

Jesús se le queda mirando con cariño. Es admirable la vida de una persona que no ha hecho daño a nadie, pero que tampoco ha hecho nada por alguien. Jesús lo invita ahora a hacer un mundo más humano, y le hace propuesta sorprendente:” Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres… y luego sígueme”.

Dejar por dejar carece de sentido, la llamada a la perfección cristiana es una invitación a un seguimiento sin apegos y a vivir más bien con un corazón abierto frente a las necesidades del prójimo. Pobreza no quiere decir miseria, lo que Jesús quiere enseñarnos es la libertad que se debe tener frente a las cosas, porque así como podemos encontrar ricos libres y generosos, vemos pobres encadenados en lo poco que poseen y enceguecidos por poseer más.

El joven es bueno, pero vive apegado a su dinero, Jesús le pide que renuncie a su riqueza y la ponga al servicio de los pobres. Porque solo compartiendo lo suyo con los necesitados, podrá seguir a Jesús y colaborar en su proyecto.

El joven se siente incapaz. Necesitar bienestar. No tiene fuerzas para vivir sin su riqueza. Su dinero está por encima de todo, por eso renuncia a segur a Jesús. Había venido corriendo entusiasmado hacia él. Ahora se aleja triste. No conocerá nunca la alegría de seguir y servir al Evangelio.

La palabra de Dios nos está invitando a dar pasos hacia una vida más sobria y a compartir con los más necesitados, para que todos puedan vivir con dignidad. En este momento de nuestra vida debemos hacernos las siguientes preguntas:

Lo primero es revisar nuestra relación con el dinero:

  • Qué hacer con nuestro dinero?
  • ¿Para qué ahorrar?
  • ¿En que invertir?
  • ¿Con quienes compartir?

Luego revisar nuestro consumo para hacerlo más responsable y menos compulsivo y superfluo:

  • ¿Qué compramos?
  • ¿Dónde compramos?
  • ¿Para que compramos?
  • ¿A quiénes podemos ayudar a comprar lo que necesitan?

Estas preguntas que nos hemos de hacer en el fondo de nuestra conciencia y también en nuestras familias y comunidades cristianas, deben cambiar el rumbo débil seguimiento. No haremos gestos heroicos, pero si damos pequeños pasos en dirección, conoceremos la alegría de seguir a Jesús de verdad, contribuyendo a hacer la crisis de algunos un poco más humana y llevadera. Si no es así, nos sentiremos buenos cristianos, pero a nuestra religión le faltará alegría y generosidad.




DOMINGO 07 DE OCTUBRE



<<Una iglesia en santidad se construye en la unidad>>

LO QUE DIOS UNIÓ NO DEBE SEPARARLO EL HOMBRE

La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (gn 1,26-27) y se cierra con la visión de las “bodas del Cordero” (Ap 19, 7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su “misterio”, de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación “en el Señor” (1 Co 7, 39)
Dios ha creado al hombre por amor lo ha llamado también el amor, vocacional fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,2), que es Amor (1 Jn 4,8.16). y habiéndolos creado, hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre.
Por tal motivo los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer que libremente expresan su consentimiento, el cual consiste en “un acto humano por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente” (GS 48,1: “Yo te recibo como esposa” – “Yo te recibo como esposo”. Este consentimiento es sellado por el mismo Dios (Mc 10,9) y encuentra su plenitud en el hecho de que los dos “vienen a ser una sola carne” (Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31)
El amor de los esposo exige, por su misma naturaleza en primer lugar, la unidad y la indisolubilidad, de modo que el matrimonio celebrado y consumado no puede ser disuelto jamás, ya que recibe una gracia destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges y a fortalecer su unidad indisoluble. Este don los ayuda a santificar mutuamente y los capacita para acoger y educar con amor a los hijos (LG 11;LG 41). Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento
En segundo lugar, el amor conyugal exige de los esposos, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don y la entrega de sí mismos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no pasajero.
“Esta íntima unión, en cuanto donación mutua exige la fidelidad de los cónyuges y urge su indisoluble unidad” (GS 48,1). Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza y de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por este sacramento, indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.
Hoy son numerosos los católicos que recurren al divorcio  según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo que “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”.
En tercer lugar “Por su misma naturaleza, el matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole (GS 48,1): Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen al bien de sus padres. El mismo Dios, que dijo “No es bueno que el hombre este solo (Gn 2,18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer” (Mt 19,4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, los bendijo diciendo: “Crezcan y multiplíquense” (Gn 1,28). Sin dejar posponer los anteriores fines del matrimonio, los esposos deben estar dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más (GS 50, 1)
De la misma manera la fecundidad del amor conyugal se extiende  a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos (GE 3). En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida. (FC 28).
Dios creó al hombre y a la mujer para que fueran <<una sola carne>>. Los dos están llamados a compartir su amor, su intimidad y su vida entera, con igual dignidad y en comunión total. De ahí el grito de Jesús. <<Lo que Dios unió no debe separarlo el hombre>>

DOMINGO 30 DE SEPTIEMBRE 2012
Los discípulos encuentran a un exorcista sin credenciales, que no pertenecía al grupo de Jesús, pero que echaba demonios en su nombre y ellos intentan prohibírselo. Pero Él les hace ver una dimensión más amplia del obrar del Espíritu de Dios, pues “uno que hace milagros en su nombre no puede hablar mal de Él”
Esta actitud de los discípulos era tal vez fruto de la envidia, de los celos y de querer monopolizar el carisma. Se creían los únicos depositarios del nombre, la misión y los poderes de Jesús. Pero Cristo, su Evangelio, el bien y la verdad, no son monopolio de nadie; pertenecen a todos los que se comprometen en la construcción de un mundo mejor.
Se ve aquí la apertura de Jesús, quien busca siempre la tolerancia, la reconciliación, el respeto por el bien y el buen trabajo del otro. Nuestros auténticos amigos y aliados son los que hacen el bien, los que “expulsan demonios”, aunque su etiqueta pueda parecer ambigua. “El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. El sectarismo y la intolerancia no tienen sitio en la comunidad cristiana. No puede haber envidias porque otros hagan el bien. Lo que interesa es que el bien sea hecho. Quien lucha por la causa del ser humano “está con nosotros”. No hay combate por la justicia que no esté en relación con el Reino de Dios.
Jesús nos habla de la gravedad de escandalizar a “un pequeño”; más le valdría a esta persona no existir. Escandaliza quien pone dificultades a los débiles, quien hace perder la fe y hace difícil la vida digna de los demás; quien induce a actuar al margen de la conciencia o incita a la vida inmoral. La violencia verbal, los actos de terror, la corrupción, la injusticia son también motivo de escándalo. La radicalidad evangélica se nos manifiesta con todo vigor cuando Jesús dice que es preferible la pérdida de un órgano (mano, pie, ojo) para preservar el resto del cuerpo de la corrupción. Aquí el Señor se refiere a la gravedad del pecado y del mal. J.M

DOMINGO 23 DE SEPTIEMBRE 2012

<<Quien quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y el servidor de todos>>



¿QUE PUESTO QUIERES OCUPAR?
El grupo de Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada ya que Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir a sus discípulos y es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones, pues les está hablando claramente del destino que le espera; su camino no es el camino de gloria, éxito y poder que imaginan sus discípulos. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque al final habrá <<resurrección>>.

Los discípulos no le entienden, no les cabe en la cabeza lo que les dice Jesús, ellos no quieren pensar en la crucifixión, no está en sus planes ni expectativas triunfalistas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores?

Al llegar a casa en Cafarnaúm, Jesús les hace una pregunta: << ¿De qué discutían por el camino?>>, ¿de qué han hablado a sus espaldas en esa conversación en la que Jesús ha estado ausente?

Los discípulos guardan silencio, les da vergüenza decirle la verdad, mientras Jesús les habla de entrega y fidelidad, ellos están pensando en quién será el más importante. No creen en la igualdad y la fraternidad que busca Jesús, en realidad, lo que les mueve es la ambición y la vanidad: ser superiores a los demás.

Entonces, Jesús <<se sienta>>, quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar, llama a los Doce, pues los ve muy distanciados de él y de sus enseñanzas, y les dice que para poder seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.

Primera actitud: << Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos>>. El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: <<servidor de todos>>.

La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.

Luego, lo abraza y les dice: <<El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí>>. Quien acoge a un “pequeño” está acogiendo al más “grande”, a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado.

Debe quedar claro que: en su movimiento, en su iglesia, no hay que mirar tanto a los que ocupan los primeros puestos y tienen nombre, títulos y honores. Importantes son los que, sin pensar mucho en su nombre, prestigio o tranquilidad personal, se dedican sin ambiciones y con total libertad a servir, colaborar y contribuir al proyecto a Jesús. No lo hemos de olvidar: lo importante no es quedar bien sino hacer el bien y acoger a los pequeños e indefensos de este mundo como sino de quien acoge a Dios.


Dios se deja conquistar por el humilde y rechaza la arrogancia del orgulloso
Beato Juan Pablo II


Domingo 16 de septiembre de 2012
QUIÉN ES JESUS? ¿QUÉ PENSAMOS DE ÉL?
Jesús necesita saber que piensa la gente de Él y que piensan sus discípulos, para ver si el camino recorrido es el adecuado. Todos coincidían en decir que era un gran hombre, de la talla de Juan Bautista o de un profeta. Pedro le dijo: “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios”.
Y para nosotros ¿Quién es Jesús? ¿Es quién nos indicó el camino que debemos seguir; la vida que debemos respirar y la verdad que todos debemos ser y decir? Recordemos que en Él no hubo maldad, engaño ni mentira; nunca incitó a dar pasos que condujeran al mal, a la injusta o a la violencia. Fue una persona leal, equilibrada y se hizo amigo de los niños y de los pobres. Fue un hombre generoso que dio su vida por nosotros; asumió nuestro sufrimiento y nuestro dolor, respaldó con su vida y nos dijo cómo podemos encontrar la verdadera felicidad. Nos invitó a no vivir apegados a las cosas de este mundo para evitar la esclavitud y a ser responsables, austeros, serviciales, alegres, así como Él lo era.

Nos dijo que es mejor ser humildes que soberbios. Nos invitó a la oración y a tener fe en Él y en Dios. Perdonó a la adúltera y a sus enemigos. Todo lo hizo a favor de la vida y de los oprimidos. Criticó los poderes basados en la arrogancia y en el dinero; denunció la injusticia, la mentira, la opresión y por eso fue muerto en una cruz.

Nos dijo que desperdicia su vida quien piensa sólo en sí mismo y que la salva quien la dona para el bien de sus hermanos. Nos invitó a asumir nuestras cruces diarias como medio de plenitud y de santificación, porque en la cruz encontramos la vida. Él camina hoy a nuestro lado, ayudándonos en el momento de la dificultad y del dolor. Él es nuestro hermano, el amigo que nunca nos falla y que nos da la salvación.

Pedro respondió a Jesús: “Tú eres el Cristo” y les ordeno que no hablaran de Él a nadie.






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