viernes, 25 de febrero de 2011

DOMINGO 27 DE FEBRERO 2011

Continuamos este domingo con la enseñanza que da Jesús a sus discípulos en el monte. Recordemos que él está sentado, enseñando a todo aquel que se acerca a él y se sienta a sus pies, para escuchar su Palabra y comprometerse en su Escuela de vida y santidad.
El tema de hoy podríamos sintetizarlo en dos puntos claves y sencillos: la opción total por Jesús y la confianza plena en el Padre Dios.

Jesús no nos quiere divididos, con dos señores que dirijan nuestra vida. El que tiene su corazón dividido entre dos amores, no sabe darse en plenitud, se cuida, es egoísta e interesado, es oportunista e infiel. Puede parecernos exagerado, pero Jesús nos quiere todo para él. Es Maestro que atrae, que absorbe y centraliza nuestro corazón: o todo o nada. Él nos dice: “Tú no puedes estar dividido entre dos señores. Te quiero todo para mí, entregado plenamente a mí, porque yo me di totalmente a ti”.

 El segundo tema es la confianza serena y firme en Dios Padre. Para ayudarnos a comprender mejor la enseñanza, parte de una realidad permanente y concreta: la preocupación diaria por los asuntos fundamentales de la vida. ¿Quién de nosotros no se preocupa por la vida, por el alimento, la salud, el vestido y hasta por la estatura y el peso? Estos son temas que acosan permanentemente la mente y el corazón humano, y llegan a ser puntos tan fundamentales, que acaban por robarnos la paz y la tranquilidad diarias.

Seis veces aparece en este Evangelio de Mateo (6,24-34) el verbo griego merimnao , que significa “preocuparse, estar ansioso por”, pero una preocupación dañina, que se vuelve angustia. Y en todas las veces encontramos la misma insistencia: “No se preocupen”. Lo que Jesús quiere de sus discípulos es que llevemos una vida sabia, serena, firme, de confianza segura en Dios.

Para esto nos propone tres actitudes sencillas: observar – discernir – confiar. Observar las aves del cielo y las flores del campo, que ni siembran, ni cosechan, ni trabajan, ni hilan, y sin embargo reciben de Dios todo su alimento y su belleza, porque son producto maravilloso de sus manos.

Viene luego el discernir o reflexionar. ¿No valemos nosotros más que las flores y las aves? ¿No somos más importantes para Dios? Si Dios alimenta y cuida las aves y las flores, ¿no cuidará con más atención y alimentará con más amor, a quienes somos sus hijos? Las aves y las flores son criaturas de Dios, nosotros somos sus hijos amados.

Por eso, la consecuencia es confiar, ponernos en las manos maravillosas del Padre bueno, que nos conoce, sabe lo que necesitamos y quiere darnos todo lo que a diario construye nuestra vida. Si hay esta confianza serena, lo primero para nosotros será buscar el Reino y su justicia, porque todo lo demás se nos dará por añadidura.

Pero el problema está en que nuestra fe es pequeña y pobre, le damos más importancia a los problemas diarios y nos falta confianza en Dios. Por eso creemos, con frecuencia, que él nos abandona y se olvida de nosotros. La Palabra de hoy resuena fuerte en nuestro corazón. 

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