jueves, 21 de octubre de 2010

Domingo 24 de Octubre de 2010


Eclo 35,12-14.16-18
Los gritos del pobre atraviesan las nubes

Salmo 33(2-23)
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

2Tim 4,6-8.16-18
Ahora me aguarda la corona merecida

Evangelio según San Lucas 18,9-14


Punto central del evangelio: El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.

2. Resumen para reflexionar
El fariseo es un hombre contento de sí mismo. Se apoya en cierto número de prácticas cuidadosamente observadas, y con ellas está seguro de su valía y de su salvación. Mientras el publicano representa a los tibios a los no practicantes, los que no van a misa, ni comulgan, ni se confiesan jamás. Sin embargo, puede suceder dos cosas: El publicano puede estar pensando: yo no soy peor, ni mucho menos, que todos esos cristianos que se ponen en evidencia (que van a misa, que rezan). Pero al pensar así, está contento de sí, también el da gracias por no ser como los demás. Dice que es el último pero es para considerarse como el primero. O también puede estar teniendo la experiencia de un encuentro con el Señor y reconocer su miseria. Esta última es la que nos quiere resaltar Jesús en su evangelio de hoy.

Interrogantes para reflexionar

  • ¿Estoy como el fariseo contento de sí mismo y seguro que por mis prácticas cristianas soy un verdadero discípulo de Cristo, cuando mi vida carece de misericordia y caridad?
  • ¿Soy como el publicano tibio que ocasionalmente se arrepiente, pero su vida va en sentido contrario al evangelio?
  • ¿O soy el verdadero discípulo que tiene disciplina, que está en un combate espiritual permanente y cuando cae se levanta rápidamente y continúa su camino de la mano de Jesús?

Conclusión personal

Cristo ha querido una religión en espíritu y en verdad con un mandamiento: amar. No basta con orar, es necesario que nuestra oración brote de nuestra fe y sobre todo del amor a Dios y a nuestros semejantes.

Conclusión comunitaria

El verdadero discípulo no es como el fariseo ni como el publicano, es aquel que reconoce la necesidad de Cristo sin considerarse como algo especial con respecto al prójimo. Es aquel que ofrece los dones que ha recibido para el servicio de los demás. La religión que quiere Cristo no son ritos vacíos, el quiere que seamos ofrendas vivas.
 

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